Un Momento Con Andrelo

En ese entonces yo tocaba percusión en la banda de Vicentico y nos encontrábamos en los estudios Panda grabando unas pistas adicionales de la canción Tiburón para la realización del videoclip del tema en cuestión. Estábamos a pleno ensayo, se abrió la puerta y sin que los músicos supieramos que vendría -sorpresas- entró AC.

AC fue siempre en mi vida musical un gran referente. Desde que vi en vivo a Los Abuelos -me perdí Raíces, aunque más tarde tuve la suerte de compartir escenario con Beto Satragni- pasando por el pop de mi vida de colegio secundario con Hotel Calamaro y su estadía en el clan García, la llegada del rock definitivo con Nadie Sale Vivo de Aquí, la vuelta en banda con Los Rodríguez (de quienes mi amigo Walter Chacón me contaba interminables historias mientras girábamos por España), el sello único de Alta Suciedad, el Dylanismo máximo con Honestidad Brutal, la locura poética y política de El Salmón (y Salmonalipsis Now!) y la madurez littonebbiana con El Palacio de las Flores, hasta su generosidad brutal en forma de obra que nos regaló en Soundcloud durante meses (hoy dado de baja por «problemas» de Copyright). Podría seguir actualizando sin dudas la lista a medida que avancen los años y siga haciendo canciones.

Pienso que su obra completa hasta el momento no tiene desperdicio alguno. Los que me conocen bien saben de qué hablo.
AC con su música y letras nos enseñó muchas cosas. Siempre fue de gran inspiración al momento de hacer canciones. Con sus letras, con su música,sus palabras y actitud nos ayudó más de una vez a afrontar situaciones de todo tipo. No lo idolatro: es un gran ser humano.

Por aquella época en la que lo conocí, se encontraba en la era post-Salmón y decía que estaba sin ganas de tocar, que quizá le gustaría ser el tecladista de alguna banda – o del Indio Solari- pero que de momento no se veía nuevamente subiendo a un escenario.

Y pienso: se veía un poco desmejorado, un poco ido, hablando de que la farmacia le dejaba los dedos un poco bobos para tocar la guitarra. La era post-Salmón.
Y entonces con algunos de los músicos que estabamos ahí, grabamos junto a él -a pedido suyo- una versión improvisada de Vasos Vacíos que nunca mas volví a oir y en la cual toqué -improvisadamente- la armónica.

Me quedó un recuerdo un poco confuso de un Andrelo con reducida chispa y alicaído. Quizás no era ese su mejor día. Aunque en el medio de todo aquello, una conversación que se disparó hablando sobre mujeres y bonitos amores dejó en claro que AC estaba bien vivo y con ganas de seguir adelante.

Al año siguiente, mientras ensayábamos en las salas de Javier Calamaro para la presentación en vivo del disco Los Rayos en el Luna Park, Pili dijo: parece que viene Andrés a cantar.
Y entonces sí: ese que vino fue el Andrés que deslumbra. Había recuperado la forma -en todo sentido- sus piruetas vocales, como decía él, y sobre todo se lo veía iluminado y con ganas. La versión de El Cantante a dúo con Vicentico quedará para todos los que pudimos vivirlo -público y músicos- como unos de los grandes momentos de la música de acá.

Los Luna Park fueron varios durante ese año y en esos días tuve la suerte de conversar con Andrés de música (Cheo Feliciano! Héctor Lavoe! Flamenco y gitanillas!), intercambiar algunos guiños acerca de los enamoramientos furtivos, escucharlo contar anécdotas, compartir algún almuerzo y alguna zapada, ser convidado con sus porritos recién llegados de Marruecos (una delicia).
Pero sobre todo fue compartir música.
AC demostró ser un grande, generoso, respetuoso y simpático -gracioso y valiente- y como suele sucedernos a veces frente a aquellos que tanto admiramos, no supe decirle lo mucho que lo admiraba.

Gracias siempre comandante por entretenernos, por su generosidad, por su sinceridad y autenticidad.
Que este abrazo virtual en forma de escrito viaje en un voyager al espacio y permanezca por siempre.